
Plop! La gran trucha vuelve la cabeza de inmediato y se dirige hacia mi pequeña ninfa; sin prisa pero con evidente determinación. Un destello blanquecino de la boca señala el instante en el que el pez se detiene donde —intuyo— se encuentra mi imitación. Al templar la línea activo un mecanismo que, al instante, pone al pez a hacer acrobacias a un par de metros sobre el agua. Tras el salpicón, de inmediato siento que ya no hay nada tirando al otro lado de la línea. Sin embargo sonrío. Las dudas sobre nuestra elección, a puro ojo, de este diminuto spring creek —no más que una corta y delgadísima línea en el mapa— ya se han disipado.
South Island. New Zealand. 2019