
Heráclito observó que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Los pescadores lo sabemos: la misma presentación de la mosca hoy no resulta en la misma deriva que hace dos días. Pero no hay queja: el reto es parte fundamental del hechizo.
Del mismo modo, nuestra percepción del agua puede ser tan cambiante como el agua misma. Basta pegar la nariz a la superficie para atisbar un mundo completamente nuevo.
Así lo hice con la foto que ilustra estas líneas; bueno, en vez de la nariz arrimé un teleobjetivo macro a una corriente que fluía sobre la vegetación subacuática.
“¿Es real?”, me pregunta alguien.
Pues sí, lo es. Tan real como puede serlo la fotografía en general, y más real que algunas fotografías de pesca en las que la “realidad” suele traducirse en peces “enormes”… ¡sujetos por dedos como morcillas! Porque la fotografía no es reflejo de la realidad, sino una mera representación; a veces más fiel, a veces menos.
Pero eso resulta irrelevante: más que lo real lo que yo buscaba era lo bello y fue una sorpresa descubrir una bella realidad, evidente y oculta a la vez.
